jueves, 8 de diciembre de 2011

El término austeridad es mucho más amplio que la reducción de costes

Actualmente, la palabra que más de moda está a la hora plantear la reordenación de la intervención pública en la sociedad es 'austeridad', un término que hay que tomar con cuidado porque desde el punto de vista social puede tener consecuencias muy drásticas, al coincidir la mayoría de los políticos y agentes sociales en que su significado es recortar 'per se', sin caer en la cuenta de que la finalidad que se busca no se consigue únicamente con la reducción del presupuesto de ciertas partidas de gasto.

En mi opinión, el término austeridad es mucho más amplio que todo ello, y debe interpretarse como reasignación, una reasignación de los gastos del Estado hacia los fines más importantes, lo que lleva aparejado el drenar recursos de las intervenciones menos importantes o superfluas, de tal manera que se asignen los recursos públicos cada vez más escasos al fin más importante o necesario.



Para alcanzar este objetivo se debe hacer un concienzudo análisis para eliminar las duplicidades (hay gestiones que se prestan al mismo tiempo por distintos niveles administrativos), gastos superfluos e improductivos (como la financiación a partidos políticos, sindicatos, grupos de presión, o incluso las dietas escandalosas que perciben algunos trabajadores públicos, etcétera), gastos de administración, e incluso plantearnos si el mantenimiento de tres niveles administrativos (administración central, autonómica y local) se puede mantener.

También habrá que plantearse si el uso que realizamos los administrados de los distintos bienes y servicios públicos es el adecuado, e introducir los procedimientos, reglamentos e incentivos necesarios para promover un consumo más racional de los mismos. Aunque ello suponga comenzar a pagar por servicios que se prestaban de manera totalmente gratuita. En efecto, se trata de replantear si la provisión, así como el uso de los servicios públicos se está haciendo de forma eficiente, reordenándolos de cara a un mejor funcionamiento futuro.

En conclusión, para discernir cómo hay que reordenar los gastos e ingresos públicos, hay que volver al orígen de la palabra economía, que no es otra cosa que el estudio de la ciencia de la escasez, para asignar los recursos escasos al fin más productivo o socialmente más necesario, evitando de este modo que los preciados recursos públicos se esfumen en fines innecesarios.

Equipo de redacción dE

Si has encontrado útil este artículo puedes compartirlo desde tu blog, página Web o foro.




1 comentario:

  1. Desde el punto de vista político, siempre es más fácil recortar presupuestos que promover una verdadera reordenación de la intervención pública. El principal problema es el gasto estructural.

    ResponderEliminar