lunes, 15 de octubre de 2012

Amar en tiempos revueltos: bodas y crisis



Como la famosa serie de televisión en España, Amar en tiempos revueltos se ha convertido en un quebradero de cabeza para la sociedad en un contexto de profunda crisis económica como el actual. No es que el amor se haya vuelto perjudicial para nadie, nada más lejos de la realidad, sino que existe un efecto colateral económicamente significativo en la manifestación en sociedad de un compromiso entre cónyuges: la celebración de una boda.

Aunque en la última década han proliferado las parejas de hecho que se inscriben legalmente como tal sin meterse en la parafernalia que rodea a la organización de una boda (sea civil o religiosa), la realidad en España es que está culturalmente arraigado por la mayoría de la población el tránsito "formal" a la vida en pareja a través de la celebración de una boda.
¿Cómo podríamos analizar económicamente en época de crisis estas situaciones? Podemos verlo desde la óptica de los contrayentes y desde la de los invitados al evento.

El esfuerzo económico de los contrayentes (y sus familias) es notoriamente palpable a poco que uno valore todos aquellos gastos necesarios para la celebración del evento: vestuario, alianzas, floristas, restaurante, estilistas, invitaciones, regalos y un largo etcétera. En época de crisis como la que vivimos, en la que los recursos para organizar una boda por todo lo alto son, por lo general, muy limitados caben dos opciones:
  1. Una organización más austera del evento, recortando en muchos de los múltiples elementos superfluos que suelen rodear a una boda, incluyendo al número de invitados.
  2. Supresión del evento. Desafortunadamente, son cada vez más los que se deciden a vivir en pareja, posponiendo la organización de la boda cuando además, en numerosas ocasciones yo no llega a celebrarse nunca (hijos, separaciones, etc).
No perdamos de vista que las bodas son eventos donde muchas familias quieren demostrar socialmente mucho poderío económico y posición. Contraer deudas para eventos de este tipo por el motivo expuesto es una opción que no vamos a entrar a valorar, pero es una realidad notable, al igual que en otros eventos como ferias, vacaciones, etc.

Desde el punto de vista de los invitados, la crisis ha hecho que muchas familias reciban una invitación de boda como si de una multa de tráfico se tratase. El creciente nivel de desempleo y las dificultades para llegar a fin de mes están motivando que muchos invitados se "caigan" de las listas con excusas para todos los gustos. Lo más paradójico del asunto es que, en función del gasto por invitado, los propios contrayentes son en ocasiones los que respiran un poco más aliviados cuando se reducen los asistentes.

Equipo de redacción dE

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1 comentario:

  1. En las tradiciones parece que las familias recortan poco o nada. Es un estigma no "invertir" en algo que culturalmente está arraigado.

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