domingo, 30 de octubre de 2011

Política económica a aplicar: Menos gasto público y menos impuestos

En una época en la que la necesariedad de las medidas de ajuste del gasto público están en boca de todos, surje la cuestión sobre la (in)conveniencia de elevar simultáneamente la presión fiscal sobre el contribuyente para tratar de equilibrar, vía ingresos, las maltrechas cuentas públicas. Pero, ¿sería posible alcanzar el equilibrio presupuestario reduciendo simultanemente gasto e impuestos?

Que el gasto público debe ser reducido, es incuestionable. No cabe otra opción que no sea racionalizar el despilfarro con el que durante años se han identificado a las Administraciones Públicas a todos los niveles (local, autonómico, central y seguridad social). La trascendencia económica que ha tenido la compra de votos y las inadecuadas actuaciones de los políticos durante estos años, han supuesto una estocada casi mortal a nuestras cuentas públicas. Se acabó la fiesta en la que políticamente se simulaba una abundancia de recursos y donde no había miramientos para convocar plazas públicas o devolver favores con licitaciones, entre otros. Ahora toca ponerse las gafas, ver la factura que hay pendiente de pago y remangarse para estudiar la forma de pago. Evidentemente cualquier política económica que pueda ni tan siquiera amagar con engrosarla, volvería a ir en la dirección equivodada.

Del lado de los ingresos, desde algunas posiciones políticas se sigue vertiendo la demagógica idea de que es necesario incrementar los impuestos a los ricos para coadyuvar a sanear las cuentas públicas. Y decimos demágica puesto que la carga tributaria acaba recayendo en la clase media, pero claro, es más popular decir que van a ser otros los que paguen la factura en solidaridad con los que menos tienen...
Pero dejando a un lado esa cuestión, planteamos si realmente una reducción de impuestos podrían dar un mayor impulso al equilibrio presupuestario por el lado de los ingresos. Minorar la carga tributaria del contribuyente supone un mayor ahorro (renta disponible), mayores recursos para inversión empresarial y creación de puestos de trabajo. Todo ello (mayor tejido empresarial, un número más alto de puestos de trabajo, más trasacciones económicas, etc) redundan necesariamente en una mayor recaudación fiscal. Si valoramos las dos posibilidades:
  1. Menor carga tributaria multiplicada por un número mucho más elevado de hechos imponibles.
  2. Impuestos más elevados multiplicados por un menor número de transacciones.
Podemos estimar que los beneficios presupuestarios de la primera opción serían mucho más sustanciosos. Consideremos también que al elevar la carga tributaria proliferan las trasacciones y actividades sin declarar (economía sumergida) con el consiguiente perjuicio para el erario público.
Incluso a igualdad de recaudación entre ambas opciones, políticamente la primera de ellas sería siempre una opción mucho más favorable de cara a votantes y simpatizantes. Estaremos pendientes para ver con qué propuestas nos encontramos en los próximos días, ya que pronto empezarán a surgir programas electorales por doquier de cara a las próximas elecciones generales.

Equipo de redacción dE





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