Desde que el signo de nuestro mercado de trabajo comenzó a cambiar en el año 2005, cada vez ha sido más frecuente escuchar una gran evidencia, la del creciente número de jóvenes españoles que al término de sus estudios superiores, emprendían un viaje fuera de nuestras fronteras en búsqueda de una oportunidad profesional.
Este fenómeno que ya se ha convertido de hecho en una 'fuga de cerebros', corre el riesgo de llevarse fuera del país a los mejores talentos que han producido nuestras escuelas y facultades, bien por no encontrar la oportunidad profesional buscada, por encontrar unas condiciones muy superiores a las que perciben actualmente o por el reconocimiento profesional que no perciben en nuestro país.
Si pensamos en los antecedentes de hecho, la principal causa justificativa de esta compleja situación es el desproporcionado número de licenciados universitarios respecto a su relación a la demanda de puestos de trabajo en el sector privado.
Nuestro país, que ha gozado de trece años de crecimiento ininterrumpido, no ha sabido aprovecharlos para cambiar nuestro modelo productivo, habiéndonos especializado en actividades económicas intensivas en mano de obra, y poco intensivas en capital humano. Lo que nos ha reportado un grave inconveniente, una sobre cualificación de la mano de obra.
Este fenómeno, que no tiene visos de cambiar a corto ni a medio plazo, constituye el fiel reflejo de una situación socioeconómica muy drástica, que ha conducido a una fuga de cerebros de consecuencias incalculables, y con una pérdida cultural, económica y social, que muchos intentan ocultar justificándose en que por lo menos tienen un empleo.
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