miércoles, 26 de octubre de 2011

El coste económico y cultural de la sobreprotección generacional


Desde hace décadas venimos observando cómo la sociedad española está cambiando. La orientación hacia un estado del bienestar ha mejorado la economía, la sociedad y en definitiva el desarrollo y la calidad de vida de toda la sociedad. En efecto, una mirada retrospectiva al estilo de vida en la juventud de nuestros padres y abuelos nos lleva a valorar sin titubeos las mejoras obtenidas en todos los sentidos. ¿¿En todos?? Lamentablemente, antes siquiera de que se iniciara la recesión económica llevabamos ya algunos años inmersos en otra crisis que se ha ido incluso agravando en estos últimos años. Hablo de una crisis cultural y de valores que hace tanto daño a nuestra economía como la financiera.


En los últimos años estamos asistiendo a cambios estructurales en el modelo cultural español. Y qué duda cabe de que están siendo a peor. En unas décadas en las que afortunadamente los medios económicos, materiales y tecnológicos han permitido un acercamiento generalizado del conocimiento a la sociedad, está siendo notable el deterioro del componente educacional de generaciones enteras.

Es conocido por todos el modus vivendi y las dificultades de generaciones pasadas para compaginar trabajo y educación (entendida tanto culturalmente como desde la aprehensión de conocimiento). Valores como el trabajo, el esfuerzo, el rigor, la disciplina, la capacidad de superación, el respeto, la educación, etc. no eran enseñados, sino aplicados directamente en la sociedad. Cualquier actitud tendente a desvirtuar un modelo considerado adecuado de conducta era rápidamente corregido y llevado a su sitio.

Probablemente fue la mayor severidad y dureza de esos años los que motivaron la búsqueda de mecanismos naturales de sobreprotección para las siguientes generaciones. Ideas como: "lo que yo he vivido no lo quiero para mis hijos" o "sólo quiero lo mejor para mis hijos" o "a mis hijos no les faltará de nada", puede que esté provocando en muchos casos justamente el efecto contrario. Los conceptos de tolerancia y permisividad llevan años inculcando ideas y valores equivocados en una importante base poblacional  de la sociedad española cuyos efectos en términos de coste económico pueden trascender desde una baja cualificación profesional individual hasta un deterioro cultural colectivo que haga de España un país de segunda división.

En nada tienen por qué estar reñidas las libertades con transmitir y hacer valer unos principios universalmente válidos como los mencionados anteriormente. Esa es labor princial de la familia (básicamente padres) y de los educadores, a quien dedicaremos un artículo próximamente.
Es fundamental para la economía española que en la sociedad primen esos valores. Los resultados culturales y económicos llegarán después y habrá tiempo de cuantificarlos en términos de PIB.

Equipo de redacción dE





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