El gasto público en educación es una de las insignias del desarrollo de las economías industrializadas en nuestra historia reciente y del Estado del Bienestar, fundamental para limar aspectos como las diferencias sociales, de renta y también de oportunidades, con un impacto muy positivo en términos de equidad, empleo, nivel de los salarios, flexibilidad laboral, y en la productividad de un país.
Pasemos a destacar cada uno de ellos:
i) Diferencias sociales, de renta y de oportunidades: un proceso que se consuma en dos fases. La primera es que mediante la potenciación de la educación se eliminan las barreras de entrada a la formación superior. Bien al que pueden acceder todos los ciudadanos con independencia de su condición y nivel de renta. Y una segunda fase, que comienza cuando los estudiantes culminan sus estudios, y se muestran en disposición de alcanzar un empleo cualificado, que se convierte en un vehículo de properidad y estabilidad de los ingresos ingresos para plantear proyectos de futuro.
ii) Equidad: al poder acceder todos los ciudadanos del país a la formación superior en igualdad de oportunidades, y en consecuencia a los trabajos más complejos y tecnificados, que por lo general tienen asociados los mejores salarios.
iii) Empleo, salarios y flexibilidad laboral: los ciudadanos mejor formados están más protegidos ante ciclos económicos recesivos como el actual (sólo hay que comparar la tasa de desempleo de los que cuentan en su haber con una formación más elemental con la de los individuos mejor formados, y apreciar que la tasa de paro de los licenciados y doctorados es muy inferior a la del resto). Por tanto, la educación dota a las personas de una poderosa herramienta ante la inestabilidad y la capacidad de adaptación a entornos y funciones cambiantes.
iv) Productividad: la productividad de un país depende directamente de las empresas y los profesionales que desarrollan sus actividades mercantiles en su jurisdicción territorial. En este sentido, la educación dota a los trabajadores de mejores técnicas y procedimientos para lograr un mayor resultado y de la manera más eficiente.
A pesar de su carácter estratégico, la importancia cuantitativa que tiene dicha partida presupuestaria sobre nuestra producción nacional se sitúa muy por debajo de la media de los Estados que conforman la Unión Europea a veintisiete miembros (4,23% frente al 5,04% sobre el PIB), dónde los primeros puestos están copados principalmente por los países nórdicos, y a los que se acerca nuestra vecina Francia con el 6,65% del PIB.
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